«El Estado es quien debe suplir aquellas necesidades sociales que los ciudadanos no pueden cubrir, más que al revés»

Cristóbal Sánchez Blesa (Murcia) es periodista por la UCM y tiene máster en Administración de Organizaciones no Lucrativas.Ha sido director de voluntariado y formación en «Solidarios para el Desarrollo», y actualmente es Presidente. Co-autor del libro “Voluntarios en prisión. Ciudadanía en la sombra” publicado en la editorial PPC.

El 17 de octubre la Alianza Española contra la Pobreza celebró un “funeral” por las políticas sociales, como rechazo a la política de recortes que empobrece cada vez más a la población. Dicen que las crisis, incluso esta “crisis económica”, sirven para reinventarse, renovarse, reestructurarse, pero para algunos parece que también les es útil para desmantelar todo lo anterior, como si nada hubiera sido válido.

Partiendo de reconocer errores pasados, ¿cómo debería ser en el futuro una Política de Voluntariado y si es posible empezar a aplicarla en este contexto de crisis económica? ¿Cuál debe ser el papel del Estado?

Creo que hay que reconocer errores pasados, pero sobre todo hay que saber reconocer aciertos pasados. El llamado “Estado del Bienestar”, quitando exageraciones, es un acierto rotundo sobre el que se basa toda la democracia europea. Renunciar a sus bases sería andar un camino peligrosísimo.

Pienso que el Estado es quien debe suplir aquellas necesidades sociales que los ciudadanos no pueden cubrir, más que al revés. Quiere esto decir, que aquel que tiene para cubrirlas, debe implicarse más que ahora en el abordaje de necesidades, vía pago directo o vía impuestos. Y que aquellos con menores posibilidades (personas enfermas, con discapacidad, mayores, niños, desempleados, etc.), siempre han de tener a una administración que los proteja como a ciudadanos de primera. Es una manera de equilibrar de nuevo la riqueza y de buscar la igualdad de oportunidades.

Esto significa más impuestos para los que más tienen, sanidad, educación y servicios sociales públicos de primera calidad, mínimo gasto suntuoso por parte del Estado y compromiso de cada ciudadano, y de estos organizados, por aportar al Estado lo máximo que puedan. Todo esto en algo se parece al concepto de justicia que dice que hay que pedir a cada quien según sus capacidades y darle según sus necesidades.

Hemos hablado a nivel político, hablemos a nivel asociativo. ¿Cómo afectará esto a las Organizaciones que estaban trabajando en voluntariado y acción social?. Y también pensando en el futuro y partiendo de los errores cometidos, ¿cómo deberían ser las organizaciones que trabajan en voluntariado y acción social?, ¿Cuál debería ser su función dentro de la sociedad?

Deben ser organizaciones, si pueden, con una mínima (aunque suficiente) estructura profesional y con unos recursos económicos justos para sostener técnicamente la organización y sus objetivos. Sin embargo, su riqueza fundamental tiene que ser la implicación de sus socios, voluntarios y colaboradores. Lo que se pueda hacer sin dinero, debe hacerse sin dinero, para evitar una servidumbre pesada, cuando en realidad a lo que se aspira es al encuentro y al apoyo humano. En un país con un empleo tan precario, en los últimos años se ha visto que a través del tercer sector se ha abierto un “nicho de empleo” importante y ahora en crisis se sufre una gran decepción. Creo que nunca el voluntariado y lo “non profit” pueden verse como una fuente de empleo, si bien instrumentalmente se necesitan profesionales. Si cambiamos la perspectiva viciamos el sector.

No hablo categóricamente porque hay muchos matices y muchas excepciones. Como ejemplo pongo los centros de acogida de todo tipo o los centros educativos para personas con necesidades especiales, que necesitan profesionales muy cualificados y en gran cantidad e inmuebles y materiales especializados y adaptados.

No obstante, trabajar con lo justo para hacer bien las cosas, y una gran implicación personal, eso vale para todos.